Ella aún no era consciente de la fragilidad sobre la que se sustentaba su decisión.
Había actuado bien. Si lo intentaba de buena gana, había momentos en los que incluso podía guardar, esconderlo todo. A veces, resultaba hasta productivo tener que hacer tantas cosas al día para conseguirlo. No era estúpida, era obvio que aquello no la mataría, ni siquiera le provocaría ninguna enfermedad crónica, y aquellos simples catarros no podían ser consecuencia de algo tan común en la historia del ser humano. Estaba sana. Comía, dormía, se aseaba, veía la tele, leía, estudiaba, incluso no le costaba demasiado disfrutar de buenos ratos con aquellos que realmente la querían. Una vida perfecta. Normal. Una perfecta vida normal. La única pega, quizá, es la música. Aunque tiene que detenerse a pensar en ello a conciencia para encontrarla, explica con un orgullo más fingido que real. Sí, la música. Cree recordar cada melodía de cada segundo y eso la suele aturdir un poco. En todo caso, nada que no se pueda solventar. El problema, si tuviera que señalar alguno, lejos de hacer un drama, son los lugares donde no hay más remedio que volver. La pena, porque es normal que exista alguna en estos casos, el tiempo, la "descoincidencia", la poca fortuna. La tristeza... Si. La tristeza, sin embargo, ahora que lo piensa bien, es saber que por encima de todas las cosas, su perfecta vida normal nunca le regalará nada parecido.
Ella aún no era consciente de la fragilidad sobre la que se sustentaba su decisión. O quizá ya lo era.
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